El Pico Duarte, es la
mayor altura de las islas que están diseminadas por todo el mar Caribe, ubicado
en la isla de Santo Domingo, en las Antillas Mayores tiene una altura de
3,087 metros sobre el nivel del mar, ubicado en los parques nacionales, José
del Carmen Ramírez y Armando Bermúdez, es una atracción turística por la
diversidad de su flora y su fauna y por los espectaculares paisajes que pueden observar los caminantes mientras se
van adentrando en el corazón de la cordillera Central además del reto que
conlleva hacer cualquiera de las cinco rutas que suben hasta el techo del
Caribe.
Todos los años entre
finales de diciembre y por todo el mes de enero y febrero cientos de caminantes
nativos y extranjeros hacen las agotadoras travesías que los llevarán por
mágicos senderos hasta coronar la cima del Pico Duarte.
Hay cinco rutas
distintas que llevan a los caminantes hasta la cima más alta de las Antillas,
estas son: la Cienaga en Jarabacoa, Mata Grande en Santiago, Azua partiendo de
la Laguna o del pueblo del Tetero, la de Constanza que se puede comenzar en el
mismo pueblo de Constanza o en Los Cayetanos, y la de San Juan partiendo de
Sabaneta, las dos más populares son la de la Cienaga en Jarabacoa y la de Mata
Grande, en Santiago.
Todas las rutas son
agotadoras por lo que hay que estar preparado física y mentalmente para
emprender cualquiera de las cinco rutas, es necesario especificar que en cada
punto de partida hay guías experimentados que por un módico precio llevan a los
caminantes a través de esas hermosas montañas cuyos paisajes
espectaculares cautivan a los caminantes haciéndolos olvidar por momentos el
cansancio, el hambre y la sed.
Recorrer esos caminos,
ponernos en contacto con la naturaleza casi virgen, dejar atrás todo lo que
tiene que ver con la ciudad, caminar hasta el agotamiento y después en la
noche, bajo un cielo saturado de estrellas, sentarnos junto a la fogata para
ahuyentar el frío que nos cala los huesos, es una experiencia inolvidable, que
aunque a veces cuando las caminatas se hacen interminables y el agotamiento nos
vence, decimos que jamás volveremos por esos lugares de Dios. Nada es más
falso porque desde que nos montamos en
el autobús de regreso a nuestro destino de origen, la nostalgia nos sobrecoge
el alma y va alimentando en nosotros el deseo del año que viene, volver.
Domingo Acevedo.
2008
Brigada Cimarrona Sebastián Lemba.
Ecológica, social, progresista.
Ruta Manabao, Manabao, en Jarabacoa, la
Vega.
De todas las rutas que suben al pico
Duarte esta es la más frecuentada y la más corta con aproximadamente 23
kilómetros que hacen 46 de ida y vuelta y es la ruta que casi todo el mundo
hace.
La Ciénaga (Boca de los Ríos) es un
pequeño pueblecito perteneciente a la Vega ubicado en el municipio de
Jarabacoa, esta está a 1100 metros sobre el nivel de mar.
Hay grupos pequeños de atletas que hacen
esta ruta en un sólo día, otros la hacen en dos días, pero nosotros
recomendamos hacerla de la siguiente manera: amanecer en la ciénaga al otro día
partir hacia compartición, amaneciendo en ella y salir a la mañana siguiente al
pico Duarte, amanecer nuevamente en compartición y tempranito al otro día bajar
a la Ciénaga y regresar al punto de partida.
Era principio de enero, llegamos al
atardecer a la ciénaga de Manabao con todo el ímpetu de subir a la cima más
alta de las Antillas, en donde amanecimos y tempranito después de desayunar
partimos, poniéndonos como meta llegar a los tablones sin descansar.
De la ciénaga hasta los tablones es un
trayecto reconfortante de tan sólo cuatro kilómetros de bosque tupido y verde y
pocas subidas, muchos viajeros se engañan porque creen que todo el camino es
así de fácil pero es tan sólo el comienzo.
En la caseta de los tablones se hace un
descanso breve y necesario para apreciar el paisaje, escuchar el rumor del agua
del rio que serpenteada pura y libre por los recodos de la montaña hasta
perderse en la espesura del bosque, comer algo si es necesario y sobre todo
para tomar aliento para la dura jornada que nos espera de ahí en adelante hasta
llegar a la Compartición.
De los tablones partimos hacia la
Cotorra que está a 1720 metros sobre el nivel del mar. Aquí comienza las
dificultades de la travesía ya que es un trayecto muy empinado y últimamente
lleno de lodo y piedras que revienta al caminante que no se preparó para esta
dura jornada.
De la cotorra después de un descanso
para tomar aire partimos hacia la Laguna lugar este que lleva ese nombre porque
hay una fuente de agua en donde es necesario abastecerse de este preciado
líquido porque no hay hasta llegar a Agüita Fría.
De la laguna después de aprovisionarnos
de agua y tomar aire salimos ya con algunos excursionistas extenuados por el
cansancio hacia el cruce del tetero. Lleva ese nombre porque por ahí se va al
valle del Tetero que es un lugar de impresionante belleza, muchos excursionista
prefieren quedarse en él a subir al pico Duarte además se amanece en este
hermoso valle cuándo se viene de Constanza y Azua.
El Cruce esta a 1740 metros sobre el
nivel del mar a once kilómetros de la Ciénaga, a siete kilómetros de los
tablones. Es aquí en donde los caminantes empezamos a sentir el peso de la
fatiga y donde empiezan las lamentaciones, pero indudablemente que este
trayecto a pesar de lo agotador que es, es de una belleza mágica que muchas
veces los caminantes no la advierten por el agotamiento físico.
Mientras más uno sube nos damos cuenta
de lo impresionante y hermosa que es nuestra cordillera Central madre de las
aguas porque en ella nacen los ríos más importante de nuestro país es una pena
que las mineras tenga la mirada puesta en ella.
Sé por experiencia que llegar hasta
Agüita Fría para muchos caminantes se tornará casi imposible y se desesperan,
hasta querer devolverse o volverse aves y salir volando de allí porque ya no
soportan el cansancio, el agotamiento físico y muchas veces mental que es muy
peligroso. El que alcanza Agüita Fría está a un paso de alcanzar la meta,
llegar a la cima más alta del Caribe, el pico Duarte.
Agüita fría es un pequeño llano que está
a 2600 metros sobre el nivel del mar a cuatro kilómetros del cruce, con
neblina, frío y vientos, donde está prohibido detenerse por mucho tiempo,
además es un lugar emblemático porque en él nacen los dos ríos más importantes del
país el yaque del sur y el Yaque del Norte.
Después de llenar las cantimploras
vacías y un breve receso, ponemos rumbo hacia la Compartición en donde
pasaremos la noche. Es bueno decir que en este punto ya hace rato que el grupo
va desperdigado, las personas se han ido agrupando de acuerdo al paso que
llevan al caminar, es aquí en donde los guías y los que coordinan el grupo
deben hacer su trabajo para que los excursionistas no se sienta solos y no
pierdan el ánimo, la determinación de seguir a pesar del cansancio.
De Agüita Fría a la Compartición sólo
hay cuatro kilómetros y se comienza a bajar, encontrándose muy pocas subidas
que además no son tan empinadas, pero los caminantes vienen extenuados por el
esfuerzo anterior y el trayecto se hace lento y tedioso, reconforta los
espectaculares paisajes y las voces de ánimo de los compañeros que se
encuentran en mejor estado físico.
La Compartición está a 2450 metros sobre
el nivel del mar y a diez y seis kilómetros de la Ciénaga. Ya en el refugio los
caminantes se sienten más animados, con más fuerza para levantar el campamento
y hacer las diligencias para preparar la comida y después sentarse alrededor de
la hoguera a escuchar infinitas historias de ciguapas y galipotes que cuentan
los guías, para después con el cerebro afiebrado por las historias escuchadas
irse a dormir, ya que mañana hay que madrugar para empezar a caminar rumbo al
pico Duarte con las primeras horas del amanecer.
El pico Duarte está a 3087 metros sobre
el nivel del mar, a siete kilómetros aproximadamente de Compartición y a
veintitrés de la Ciénaga. Son siete kilómetros subiendo, es ahí donde
terminamos de dar lo último que nos queda, es el último esfuerzo que nos lleva
al vallecito de Lilís en donde nos detenemos para tomar aire y entonces retomar
la marcha hasta alcanzar la meta, el pico Duarte.
Llegar al techo del Caribe es haber
alcanzado la meta propuesta, alcanzar el cielo, tocar las nubes y como es
natural abrazos, risas, llanto y la foto obligatoria para regresar
después a Compartición en donde amanecemos, para al otro día bien
tempranito emprender el camino de regreso, ya sin prisa a la Ciénaga de Manabao
desde donde partimos..
Sé que la mayoría no volverán pero en
algunos queda la ilusión de poder intentarlo nuevamente, esos son los
valientes.
Domingo Acevedo.
Nov/16
829 568 3544
Domingoacv2@gmail.com
LA PRIMERA VEZ QUE SUBI AL PICO DUARTE.
He subido muchas veces
al Pico Duarte. La primera vez que subí, lo hice por San Juan, eso fue en enero
del 1990 y desde entonces quedé enamorado de esos lugares de fantasía.
He hecho todas las
rutas conocidas y otras las hemos unidos como fue irnos desde Constanza
hasta San Juan, y de Azua hasta Mata Grande y sí me preguntan cual es la
ruta que más me gusta, diré sin titubear, la de San Juan a La Ciénaga.
En esta ruta, el
primer trayecto va de Sabaneta al Alto de la Rosa, es una sola subida
hasta el refugio del Alto de la Rosa, en donde hay una torre de
vigilancia y una terraza que sirve como mirador, desde donde se puede observar
un paisaje espectacular, y desde la torre de vigilancia se domina una gran
parte del parque, me atreví con otros compañeros a dormir una noche en esa
torre del Alto de la Rosa y el frío casi nos congeló.
Lo más impresionante
de este trayecto es la presa de Sabaneta que en la medida que vamos subiendo,
su vista se va haciendo más y más impresionante, hasta quedarse por siempre en
el recuerdo de cada uno de nosotros.
El segundo trayecto va
desde el Alto de la Rosa hasta el Macutico, es un trayecto interminable con una
parada obligada en la piedra del Aguacate, en donde hay un arroyo de agua casi
helada y donde necesariamente hay que darse un baño,
Después de la piedra
del Aguacate se empieza a subir hasta una altura máxina de 2440 metros sobre el
nivel del mar, cuando se empieza a descender en algún momento se divisa la
caseta del Macutico como sí fuera un espejismo, una meta que en la distancia
parece inalcanzable, pero a la que hay que llegar cueste lo que cueste, después
de horas de subir y bajar, se llega a un valle interminable, que nosotros
bautizamos, el Valle de Nunca Jamás, este es un valle de una belleza desoladora,
en el cual nos ha tocado vivir experiencias inolvidables, después del valle,
cruzamos un bosque de tupidos árboles, un puente hecho de troncos de árboles
caídos, subimos una pequeña elevación de tierra y a pocos metros está la cabaña
del Macutico.
Este es un lugar
mágico, un valle de pajones y flores silvestres, donde se dan muy bajas
temperaturas y donde uno se siente como perdido en medio de la nada, lejos de
todo. Una noche mientras dormía sentí que alguien se acurrucaba a mi
lado, era Loretta que se sintió tan sola, que sintió la necesidad de estar al lado de alguien, esa sensación
de soledad la hemos sentido todos los que hemos dormido allí, en el Macutico y
es indefinible, es como sentir el peso del silencio en el alma, es mirar
alrededor y sentirnos desamparados, es sentir que el día se hace interminable,
que la tarde te aplasta contra el horizonte, que la noche te absorbe en sus
misterios y al otro día te vomita intacto.
Del Macutico, el
trayecto es hasta la Compartición pasando por el valle de Lilís y el Pico
Duarte. Este trayecto es de una belleza extraordinaria, lo más espectacular es
cuando uno baja la loma del Barraco y aparece la Pelona inmensa,
semejante a un cono, desafiante a la vista del caminante, subirla es agotador y
coronar su cima es haber triunfado sobre
el cansancio.
De la cima de la
Pelona se baja al vallecito de Lilís, un descanso obligado antes de subir al
Pico Duarte, de ahí a la cima más alta de las Antillas queda poco más de un
kilómetro, que se hace con entusiasmo, ya en el Pico Duarte, las fotos
necesarias y la satisfacción de haber cumplido con la meta que nos dimos, ahora
el regreso, amanecer en compartición y al otro día temprano, hacia la Ciénaga,
en Manabao.
De la Compartición
a la Ciénaga es un largo trayecto casi siempre bajando. Se llega a
Agüita, donde está el nacimiento del río Yaque del sur y el Yaque del
Norte, es un lugar sumamente frío, en donde uno se abastece de agua, para
seguir hasta el cruce, ahí está el camino que lleva hasta el Valle del Tetero,
del cruce hasta los Tablones, últimamente en este trayecto el lodo dificulta la
caminata, uno llega a los tablones con lodo hasta en las cejas, generalmente
uno se detiene en los Tablones se quita un poco de lodo en el río y continua
hasta la Ciénaga que es el destino final, en donde nos espera la guagua que nos
llevará de regreso a la ciudad.
DOMINGO ACEVEDO
2009
Este es un homenaje a
los guías que han viajado Con nosotros a Nardo y sus compañeros de Azua,
a Vitico y Ramón, de Mata Grande, a Francisco y sus compañeros de
Sabaneta, San Juan, a los de Constanza sus nombres lo olvidé pero el recuerdo
de ellos lo llevo en el corazón, a Pedrito y sus hijos de la CienagaManabao.
Mata Grande la ruta
más hermosa de las que van al Pico Duarte.
Una de las rutas más
hermosa es la que va de Mata Grande, Pico Duarte, Compartición, la
Cienaga, ubicada en el parque nacional Armando Bermúdez, es sin temor a
equivocarme el que tiene la vegetación más exuberante y los paisajes más
espectaculares y en donde usted puede encontrar naranjas y limones dulces entre
otras frutas, para entretener el hambre y la sed.
Se sale de Mata
Grande, en donde se puede amanecer el primer día o seguir hasta Loma de Oro que
son aproximadamente seis kilómetros, en donde se puede pasar la noche para
reducir distancia hasta la Guacara. Antes de llegar a Loma de Oro se pasa por
la caseta de Medio Ambiente en donde se hace una parada obligatoria, allí los
guardias forestales revisan que el permiso de entrada al parque este en orden.
De Loma de Oro hasta la Guacara hay alrededor de catorce kilómetros de hermosos
paisajes, que por momentos hacen que uno olvide el cansancio y dejan en el
caminante la sensación de que están en el paraíso, esta ruta y la de la Ciénaga
son las más frecuentadas.
De la Guacara al Valle
del Bao hay doce kilómetros hasta llegar a los 1800 metros sobre el nivel del
mar. En la medida que te adentra entre las montañas el paisaje te va
absorbiendo hasta hacerte olvidar lo largo y agotador del camino, de repente
ante ti se descorre la cortina vegetal de árboles, cortezas y hojas para dar
paso a un deslumbrante valle de pajones, es el Valle del Bao, bordeado en uno
de sus extremos por un río del mismo nombre, en este refugio algunos
excursionistas se quedan más de un día para disfrutar de las aguas refrescantes
del río, y de lo espectaculares amaneceres en el valle del Bao.
Del Bao hay diez
agotadores kilómetros de una subida interminable hasta la cima de la pelona,
desde donde, sólo quedan tres kilómetros hasta la cúspide del Pico Duarte, en
los últimos años los incendios han mermado un poco la belleza de esta última
etapa del trayecto, subir la loma del coñazo, pasar por el conuco del diablo,
que es una parte de la pelona poblada de piedras calcinadas y árboles
retorcidos que dan al lugar un aire misterioso, tomar un poco de aliento en la
caseta del Valle De Lilís, para entonces avanzar entre la neblina de la tarde
hasta coronar el sueño de llegar a la meta, alcanzar la cima que a muchos a
costado sudor, cansancio, dolor, sacrificios y porque no, algunas lágrimas
secretas, se que es así, porque en más de una ocasión en las noche he escuchado
a alguien sollozar en secreto.
Ya en la cima, tocar
las nubes con nuestros sueños, sentirnos más cerca de Dios, mirar la pelona
imponente, los abrazos, el júbilo la emoción de los que por primera vez
conquistan la cima del pico Duarte y sobre todo las acostumbradas fotos y
después el regreso, algunos se devuelven hacia Mata Grande pero yo prefiero
continuar y dormir en Comparición y al otro día continuar hasta la Ciénaga.
En la Compartición
confluyen muchos excursionistas que vienen desde diferentes puntos, unos que
van y otros que ya vienen de regreso, en el lugar de la fogata, en las noches,
se comparte con muchas personas a las cuales posiblemente no volveremos a ver
nunca más, ya al otro día después de una fría noche, hay que levantarse bien
temprano para emprender el regreso, hacer el desayuno, levantar el campamento y
ya a las seis empezar a subir la Vela, que es todo un espectáculo: contra la
penumbra del amanecer los caminantes con sus focos en sus manos se alargan en
una larga procesión de luz hasta la salida del sol.
La Vela es el último
gran esfuerzo, luego el camino se alarga en una sola bajada hasta la Ciénaga.
De camino, en Agüita Fría se hace una parada para llenar los envases con agua
fresca, es en este lugar en donde nace el río Yaque del Sur y donde se
registran muy bajas temperaturas, después de tomar agua y comer algo, se
continua bajando hasta el cruce, es aquí en donde el camino tuerce hacia le
Valle del Tetero.
Del cruce uno se
programa para llegar hasta los Tablones de un sólo jalón, realmente no es así
porque el cansancio de la larga jornada nos impone más de un descanso, aunque
algunos caminantes, lo más fuertes, llegan de la Compartición trotando hasta la
Ciénaga. Últimamente el camino del cruce hasta más allá de los Tablones está
intransitable por el lodo, producto de las lluvias, el paso de las personas y
los animales, es por eso que al llegar a los Tablones se hace necesario un buen
baño para quitarse el lodo acumulado durante el trayecto.
Ya en los tablones,
algunos se dan un merecido baño, un descanso sí es necesario para todos, para
después comenzar a descender con más calma y empezar a mirar hacia atrás con
cierta nostalgia, ya este es el último trayecto: de una tupida vegetación y
árboles frondosos que se entrecruzan, formando sobre nuestras cabezas un arco
vegetal, en este último tramo del camino siempre encontramos niños de harapos
vendiendo frutas de lástima con la esperanza de conseguir algunas monedas para
engañar el hambre de toda la vida, algunos no venden nada, arrinconados junto
al camino, extienden sus manitas tiernas, y dicen a los caminantes, “denme
algo” sus miradas tristes, sus cuerpecitos endebles y desnutridos, desde la
primera vez que los vi los llevo clavados en mis recuerdos.
Ya en la Ciénaga,
cruzamos el puente de árboles caídos, pasamos frente a la caseta de medio
ambiente y continuamos hasta el centro del pueblo en donde acomodamos el
equipaje mientras llega el transporte que nos llevará de regreso a la capital.
Algunos mientras llega la guagua, se toman una cerveza, algún refresco, comen
algo o van al río disfrutar de un buen baño, sólo es cuestión de tiempo para
volver a la prisa y la locura de la ciudad, pasarán algunas noches después del
viaje en que la mente mientras dormimos irá recreando en el inconciente todas
las vicisitudes del viaje.
Este relato, lo dedico
a Vitico y a Ramón guías de Mata Grande y Pedrito de la Ciénaga.
DE AZUA AL PICO
DUARTE, NUESTRA VOZ SE LEVANTA PARA ALERTAR SOBRE EL CALENTAMIENTO GLOBAL.
Salimos a las seis de la mañana del
partido Nueva Alternativa con rumbo a Padre las Casas a donde llegamos
como a las diez y media de la mañana, tomamos el camión que nos llevaría al pueblo del Tetero. El chofer nos llevó a
su casa en donde nos ofreció desayuno el cual no aceptamos porque ya habíamos
comido algo.
Desayunó, partimos, y después de
dar algunas vueltas por el pueblo de Padre las Casas lo que aprovechamos para comprar algunas cosas,
pusimos proa hacia el pueblo del Tetero, por una carretera polvorienta, llena
de precipicios y curvas, con un paisaje abrupto y desolador en algunas partes,
con pueblecitos miserables perdidos en un paisaje sobrecogedor y triste, en
donde las personas empobrecidas parecían vegetal en un presente abrumador,
del Tetero partiríamos al otro día hacia el Pico Duarte.
Llegamos alrededor de las dos y media al
Tetero y nos acomodamos en la casa de Nardo, nuestro guía y amigo organizamos
los bultos mientras Mártires y Sandy por un lado preparaban la casa de campaña
en la que dormirían, Engel y Luis lo mismo con la de ellos y Canela la de
él, mientras Marisol hacía los
preparativos para la comida. Después de
comer paseamos por el pueblo y pudimos palpar la pobreza, nos dolió
especialmente la situación de miseria de los niños de aquel pueblo perdido en
el olvido.
Compartimos con la familia de Nardo y en
la noche hicimos cuentos alrededor de la fogata acompañados por algunos habitantes
del pueblo. A la hora de dormir cada uno se fue al lugar que le correspondía,
Sandy y Mártires en su casa de campaña, Engel y Luis en la de ellos y Canela
por igual se fue a la de él, Ruddy y Rosa, en la casa de Nardo y Marisol,
Félix y Yo en la casa de un familiar de Nardo.
Muy tempranito nos levantamos, nos
preparamos, desayunamos y partimos antes del amanecer hacia el valle del
Tetero, bajo una leve llovizna que nos acompañó por casi todo el camino, Nardo
no fue con nosotros tenía otros asuntos y mando a July, Francisco y Jaime con
nosotros, pero nos acompañó un buen trecho y nos enseñó el lugar donde se
produce la electricidad que consume el pueblo.
El paisaje no podía ser más hermoso, el
aire fresco de a montaña, los altos y frondosos pinos, el colorido de las
flores silvestres, el canto de los pájaros nos guiaba sin ninguna prisa por los
caminos mojados hacia el placer de compartir esta inolvidable experiencia, la
de conquistar la cima más alta de las Antillas, el Pico Duarte y un alertaaaa,
que de vez en cuando retumbaba en la distancia anunciando que La
Brigada Cimarrona Sebastián Lemba desbrozaba esos caminos rumbo a la cima
más alta de las Antillas.
Atravesamos Sabana Andrés, subimos el
pico Loma Vieja, atravesamos Lo Fríos, subimos con mucho esfuerzo el Pico Alto
del Valle, nos deteníamos brevemente a tomar aire, tocamos las nubes y
comenzamos a descender hacia el valle del Tetero, por un camino mojado por una
llovizna eterna, que nos acompañaba en nuestro descenso, el lodo y las
caídas permanentes retrasaron nuestra llegada al valle, a donde llegamos pasada
las tres de la tarde.
En el valle del Tetero, perdimos un día
por la lluvia, allí discutimos la posibilidad de quedarnos y eso generó una
gran discusión ya que los nuevos querían salir a pesar de el lodo y la
lluvia y el alerta de los que llegaban de Compartición que nos decían que no se
podía seguir, que nos recomendaban quedarnos y partir al otro día. Así lo
hicimos, nos quedamos y los nuevos disfrutaron de la belleza del valle
del Tetero, se bañaron en la ballena visitaron la piedra indígena y disfrutaron
de un juego de pelota entre los guías y los excursionistas, jugamos dominó,
hicimos contactos con otros grupos a los cuales explicamos los motivos de
nuestras excursión, la que se encontraron interesante.
En la noche hizo un frío terrible,
algunos durmieron en sus casas de campaña y otros nos acomodamos en la caseta,
a las cuatro de la mañana me levanté y desperté a todos, Marisol y Félix,
prepararon el desayuno mientas los guías iban al monte a buscar a las bestias y
los otros desmontaban sus casas de campañas, salimos con las linternas
encendidas intentábamos ganar tiempo al tiempo, no nos fuimos por el atajo, nos
dijeron que estaba intransitable y dirigimos nuestros pasos al cruce, al que
llegamos agotados y enlodados, descansamos y emprendimos la subida hacia
agüita fría nuestra meta más cercana.
Fue lenta y agotadora la subida, no
obstante todos íbamos disfrutando del paisaje y dejándolo plasmado en nuestras
cámaras fotográficas, llegamos como a las dos de la tarde a agüita fría, en
donde merendamos y tomamos fotos del lugar en donde nacen los ríos Yaque
del Sur y Yaque del Norte y luego emprendimos el descenso hacia la
Comparticion, a la que llegamos alrededor de la tres y cuarenta y cinco,
decidimos por la hora que sólo subirían al Pico Duarte los que no habían subido
nunca y que se irían en los mulos, los
demás nos quedaríamos preparando la comida.
En Comparticion haríamos la ceremonia
del manifiesto en la noche, esperaríamos, al grupo Eugenio Marcano que venía de
Mata Grande, ya que con el grupo del colegio de la Salle no nos encontraríamos.
Ya al caer la noche vi con alegría a Manuel Cuevas que llegaba
sobre un mulo y corrí a alcanzarlo y cuando se desmontó me dijo Domingo estoy
mal, se apoyo en mí y llamé a Marisol y a Félix lo dos médicos que nos
acompañaban, con mucho esfuerzo lo llevamos al interior del refugio y junto a
otra doctora que se encontraba allí, procedieron a darles los primeros
auxilios, tenía el azúcar baja, la presión alta y estaba deshidratado, ellos
lograron estabilizarlo, los doctores hicieron un buen trabajo, puedo decir sin
temor a equivocarme que Manuel Cuevas debe la vida a esos tres doctores que se
encontraba en esos momentos en la Copartición.
Después fueron llegando poco a poco los
del grupo del Eugenio de Jesús marcano, Marisol le hizo una sopa a Manuel y
continuo con los preparativos de la comida, se hacía tarde y los que llegaron
del grupo de Manuel estaban preocupados por una parte de ellos que se habían
quedado rezagados, yo le decía que no se preocuparan que el grupo nuestro que
había ido al Pico Duarte, le darían una mano, que no lo abandonarían y
así fue, lo socorrieron y les prestaron algunos focos para que se iluminaran
por esos caminos sinuosos y oscuros, los nuestros llegaron primero y dieron a
noticia de que estaban bien y que venían más atrás.
Llegaron agotados, comieron y se
acostaron de una vez, mientras seguían la atenciones a Manuel Cuevas, que se
recuperaba lentamente, la noche fue clara ya lejos de la lluvia, el cielo
esplendoroso de estrellas nos invitaba a compartir en la fogata, pero había
sido un día muy agitado, lleno de muchas emociones fuertes y mañana debíamos
prepararnos para partir y ver como bajaríamos a Manuel, quedamos que la mula de
monta nuestra lo llevaría hasta agüita fría y que de ahí en adelante, se iría
en la de ellos, hizo un frío infernal como siempre en Compartición.
Nos levantamos a las seis de la mañana,
fue un amanecer esplendoroso y victorioso, Manuel amaneció mucho mejor,
desayunamos, levantamos el campamento
y partimos a las ocho y algo de la mañana, subimos la Vela en un ritual lento, pausado pero
sostenido, nos trazamos metas, la primera fue agüita fría, íbamos alegres y
felices, habíamos alcanzado la meta, ahora regresábamos a la Ciénaga y de ahí
al hogar dulce hogar, llegamos agotados a agüita fría, merendamos y continuamos
hacia el cruce nuestra segunda meta, íbamos raudos, ahora sólo bajábamos, el
camino no tenia tanto lodo como pensábamos y el regreso renovaba nuestras
fuerzas, nos daba nuevos bríos, la alegría no nos cabía en el corazón, llegamos
al cruce sin darnos cuenta ahí nos encontramos con otros grupos, tomamos aire, esperamos a los que
venían rezagados y de ahí partimos hacia
los Tablones, de vez en cuando en la distancia retumbaba algún alertaaaa
de nostalgia.
El camino hacia los tablones estaba
lleno de lodo, no como en otra época, pero tenía y hacíamos apuestas
de quien se caería primero, avanzamos rápido por un bosque tupido y
húmedo, acariciados por una brisa agradable que mitigaba un poco el cansancio.
De tanto bajar uno se hastía y las rodillas se aflojan y uno pide a
gritos, una subida por favor, una
subida, aunque sea pequeña, de las lagunas a los tablones lo hicimos en un
tiempo record y llegamos a la caseta nueva de los tablones a las dos de
la tarde, de los tablones a la Ciénaga apuramos el paso y llegamos antes de las
cuatro de la tarde, al llegar a la Ciénaga miramos con nostalgia el lugar en
donde vivía Pedrito, el guía que nos acogía en su casa cuando regresábamos por
esa ruta y que tuvo que vender sus tierras a precio de vaca muerta a un hijo de
Gómez Díaz, Pedrito no sabe leer y le hicieron firmar un documento que era una
orden de desalojo y le dieron por sus tierras lo que a ellos les dio las ganas,
con Pedrito se impuso el poder de los Gómez Díaz. Cuando el grupo zeta llegó
ya los muchachos estaban ubicados y Jaime nuestro atento guía nos llevó a donde
su hija a bañarnos, mientras algunos comían algo y Marisol y July bailaban
acompasados una bachata.
Coordinamos con Manuel el regreso y nos
sentamos a esperar la llegada de la guagua. Debemos rendir un merecido tributo
al trabajo de Jaime, July y Francisco, que más que guías fueron y son nuestros
compañeros y amigos, a ellos va nuestra gratitud eterna, también debemos
reconocer la amabilidad para con nosotros de los demás guías, que a donde
llegábamos nos miran con respeto y admiración y reconociendo en nosotros el
respeto y la disciplina que sentimos por ellos, por los demás caminantes y por
esos bosques, que han pasado a ser partes de nuestras vidas.
La guagua llegó pasada las cinco de la
tarde, nos montamos y emprendimos el regreso, con la promesa del año que viene
volver. Ahora tenemos algunas tareas por delante, 1-Difundir el manifiesto.
2-Hacer una caminata, de Sabaneta, de Santiago Rodríguez, hasta Sabaneta,
de San Juan, 3-La vigilia mundial por el día de la Madre Tierra. y 4-El operativo medico en el Tetero, a
todo esto les pondremos fecha en la reunión del treinta de enero próximo, en la
que discutiremos la próxima ruta, ya que tenemos tres propuestas, 1- hacer
la ruta San Juan, Mata Grande. 2-Mata Grande, la Ciénaga.3-Azua, el Valle del
Tetero, la Ciénaga. En la reunión del treinta de enero nos pondremos
de acuerdo en la ruta que haremos, así compañeros de ruta, que hasta el treinta
de enero en donde compartiremos las fotos, las anécdotas y las experiencias del
viaje.
DOMINGO ACEVEDO
ENERO 2010
DE
SABANETA AL PICO DUARTE.
La ruta que va de
Sabaneta al Pico Duarte, siento yo, que es la más dura, la más difícil. Se sale
del pueblo de Sabaneta, hasta llegar al primer refugio que es el Alto de la
Rosa, por un camino lleno de dificultades y precipicios peligrosos, en
donde la presa de Sabaneta ocupa casi todo el paisaje.
Mientras nos alejamos
del pueblo vamos dejando atrás, casas diseminadas a lo largo de un buen trecho
del camino, desde las empalizadas, niños con el hambre dibujada en el cuerpo
nos dicen adiós con sus manos escuálidas, sus miradas enfermas por la pobreza
nos persiguen más allá del olvido, dejando en nuestras conciencias el amargo
sabor de la impotencia.
Se asciende por un
sendero de bosques y precipicios, quedando hechizadas nuestras miradas por lo
espectacular de un paisaje que permanecerá durante todo el viaje y donde la
presa de Sabaneta, pintada en el lienzo vegetal del paisaje, nos
acompañará más allá del Alto de la rosa.
Sí se sale a las seis
de mañana del pueblo de Sabaneta, ya a las dos de la tarde el primer grupo
habrá llegado al refugio, donde uno se encuentra con la dificultad de que no
hay agua, hay que ir a buscarla a un arroyo un poco distante. Aunque existe un
tanque donde a veces podemos encontrar el preciado líquido que utilizan los
guardias de foresta que protegen este parque nacional para sus actividades
cotidianas. Recuerdo que cuando hicimos el trayecto de Constanza a Sabaneta. De
Macutico al Alto de la Rosa nos extraviamos y llegamos como a las once de
la noche al refugio, cansados y con hambre y por un descuido de los guías, que
no se llevaron de mí consejo de coger agua en uno de los arroyos, llegamos sin
ese líquido al refugio y tuvieron que volver atrás a buscar agua para cocinar y
para el trayecto que va del Alto de la Rosa
a Sabaneta, ya que hay un buen trecho sin agua.
El Alto de la Rosa es
una caseta con dos habitaciones, varias camas y una cocina, también existe en
el lugar una torre de vigilancia y un mirador desde donde se puede observar el
hermoso paisaje, que rodea el lugar.
De este refugio por lo
duro del trayecto, hay que salir bien temprano para llegar con las luces del
día, al segundo refugio que es Macutico. El camino es interminable y
hermoso, con lugares espectaculares como es la piedra del aguacate, en donde hay
que hacer una parada necesaria y darse un baño en el arroyo del mismo nombre,
para luego emprender el camino hacia el valle de Nunca Jamás, como lo hemos
bautizado nosotros, por lo sobrecogedor que resulta ese trayecto desolado
e inmenso en donde uno siente como la inmensidad del paisaje aletea sobre
nuestras cabezas como un ave de mal agüero, esa vez encontramos a Cristián
llorando, perdido en su propia soledad y dos horas más tarde, Brito, se sentó
en una piedra a orilla del camino y dijo en voz alta, he caminado tanto que ya
no se para donde voy.
Cruzar ese valle es
una experiencia indescriptible, sobrecogedora, a mí me ha tocado pasarlo en la
noche, sin guía y con un grupo de caminantes agotados, esa vez por un
momento perdimos el camino y nos sentimos perdidos, pero gracias a Dios pudimos
encontrar nuevamente el sendero y emprender nuevamente el rumbo hacia Macutico,
esa experiencia fue para mí inolvidable.
Esa vez arribamos como
a las diez de la noche al refugio, recuerdo que cuando llegamos a Lilí,
la esposa de Delfín de la alegría le dio un ataque de nervios. Este refugio, esta ubicado en una llanura
desolada, últimamente afectada por los incendios, lo que le da un aspecto
fantástico. En ese lugar en las noches se puede sentir el peso de la soledad en
la piel, el frío cala los huesos y el halo de misterio que ronda en el ambiente
nos acerca más a los compañeros de viaje y nos deja en el alma la infinita
sensación de la ausencia.
De Macutico, se llega
al Pico Duarte y luego se baja a la Compartición, es un trayecto
agotador, pero más corto, se avanza por un camino que el tiempo y los incendios
casi han borrado, donde aun quedan arboles gigantescos, animales misteriosos
que nos miran desde la espesura del bosque y pájaros invisibles, hay que
caminar con mucho cuidado para no perderse y sí es hombre se corre el riesgo de
ser secuestrado por una ciguapa, que lo llevará a su cueva y lo esclavizará por
siempre.
Lo más impresionante
del viaje es cuando uno baja agotado la loma del Barraco y se encuentra de
frente con la pelona, inmensa, inalcanzable, agotadora, y uno en su interior se
interroga, sí tendrá las fuerzas suficiente para alcanzar la cima. Llegar hasta
la cúspide de la Pelona para muchos es un calvario interminable, pero ya
en ella se desciende un poco hasta la caseta del Vallecito de Lilís, donde es
necesario un breve descanso, para seguir hasta coronar la cima del Pico Duarte.
Del Pico Duarte se
desciende hasta la caseta de la Comparición, en donde se amanece y al otro día
tempranito, por un camino repetido y hermoso se baja hasta la Ciénaga de
Manabao, en donde nos espera el autobús que nos llevará de regreso a la ciudad.
Domingo Acevedo.
2011.
UNA NOCHE EN EL MACUTICO
Anochece, un viento
con alas tristes revolotea sobre la cabaña perdida en la soledad distante de la
cordillera central. Nosotros cansados de la larga caminata que del Alto de la
Rosa hasta el Macutico hemos realizado, organizamos los equipajes, dentro del refugio,
mientras miramos de vez en cuando hacia el camino esperando ver llegar a los
compañeros que se quedaron rezagados en el valle infinito de nunca jamás,
alguien del grupo grita bien alto aleeertaaaaa, aleeertaaaaa, es el modo de
comunicarnos con los que vienen rezagados; ya que en estos parajes desolados el
viento multiplica la voz y retumba en la lejanía, sí el otro grupo nos escucha
responde de la misma manera, ahora sólo el silencio nos responde.
Este trayecto lo he
hecho varias veces y sé que es difícil y agotador pero hermoso y mágico, lo
disfruto al máximo. Ya son las siete de la noche, hace frío y empieza a
oscurecer, nos sentimos preocupados por los compañeros que se quedaron atrás,
ya en la cocina un grupo prepara la comida, tenemos hambre no hemos comido nada
desde la mañana, sólo una merienda a las dos de la tarde, el grupo ha sido
fuerte, los muchachos no se han quejado, unos van rumbo al río a buscar agua y
los demás buscan leña para la fogata con uno de los guías.
Desde la ventana del
refugio veo como los demás guías se alejan en la oscuridad, llevan los animales
a comer algo, no muy lejos de donde nos encontramos hospedados.
Ya las primeras
estrellas empiezan a coquetear en el cielo con la luna y a lo lejos se oyen
voces de alegría, y un aleeeertaaaaa esperanzador, es el grupo que quedó
rezagado que ha llegado al río, donde el equipo de agua llena los galones para
el uso de mañana, eso nos da más tranquilidad, ya estamos todos juntos, ahora
un baño cae bien y después a comer, más tarde la evaluación del trayecto, el
acostumbrado conversatorio, el chiste necesario y a dormir, la caminata de
mañana también es fuerte, del Macutico, al Pico Duarte, a la Compartición
cualquiera deja el forro, ya que después de una larga caminata y bajar la loma
del Barraco, uno se encuentra con la pelona, que se muestra desafiante e
imponente ante la mirada incrédula del cansado caminante que hace esta travesía
por primera vez.
Son las ocho de la
noche ya la fogata arde en una esquina del campamento y la comida casi está. La
neblina empieza a vestir de blanco el valle, trae con ella el misterio
ancestral de lo desconocido, nos acurrucamos unos a otros junto a la
fogata, el frío es terrible, la noche parece absorbernos en sus misterios, en esta soledad nos sentimos tan
pequeños y desvalidos, tan poca cosa, que nos damos cuenta que en la infinita
vastedad del universo no somos nada y empezamos a buscar la compañía de algún
compañero (a) para sentirnos protegidos, alguien se atreve y hace algún
cuento de fantasmas o muertos y Cristian protesta y se escurre en la cocina.
La caseta del Macutico
tiene tres habitaciones dos dormitorios y la sala, en las cuales preparamos las
frazadas y las bolsas de dormir, ya cada uno tiene su espacio en donde pasará
la noche que se perfila muy fría, en la cocina separada a unos cuantos
metros del refugio, los guías preparan un
té de jengibre para el frío, la
fogata arde alegremente, ya se hizo la evaluación, del trayecto, y tratamos
como siempre el tema central de la actividad, junto a la fogata nos queremos
más, nos sentimos hermanados, nos acercamos tanto que sentimos el calor de la
piel del compañero (a) que tenemos al lado, sentimos la necesidad de
protegernos unos a otros, en estas caminatas crece el sentimiento de la
solidaridad y se hacen relaciones que perduran en el tiempo.
Los guías nos llaman
para tomar el té de jengibre que es bueno para ahuyentar a los duendes del
frío, volvemos con ellos a la fogata y los escuchamos contarnos mil historias
de fantasía, sobre fantasmas, difuntos y Ciguapas que a ellos les ha tocado
vivir, en su largo trajinar por esas vastas soledades de la cordillera central,
ya es hora de dormir nos despedirnos, cada uno se dirige al lugar donde pasará
la noche, a veces sentimos temor es por eso que buscamos la compañía secreta
del que duerme a nuestro lado, yo me detengo un rato entre la cocina y el
refugio y miro al cielo al cual no le cabe una estrellas más, tanta belleza es
indescriptible, aquí se siente, se parpa la presencia de Dios, es
indescriptible la sensación que siento en el Macutico, en donde el
silencio aletea entre la sombras y la neblina y espanta el canto de las insectos nocturno y se queda
entre nosotros hasta el amanecer y se hace cómplice del frío que nos muerde la
piel.
Yo siempre guardo la
esperanza de volver a recorrer esos caminos perdidos en la distante soledad del
parque nacional José del Carmen Ramírez.
Nos acomodamos, me
percato de que todos estén en el lugar que le corresponde a cada uno y les
recuerdo que mañana a las cinco de la mañana debemos levantarnos para
prepararnos para la jornada del día siguiente.
Esta narración es un
homenaje a todos los que me han acompañados en esta ruta, Sabaneta, (San Juan)
la Ciénaga, (Jarabacoa)
DOMINGO ACEVEDO.
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