martes, 15 de noviembre de 2016

El Pico Duarte es la mayor altura de las islas que están diseminadas por todo el mar Caribe


El Pico Duarte es la mayor altura de las islas que están diseminadas por todo el mar Caribe, ubicado en la isla de Santo  Domingo, en las Antillas Mayores tiene una altura de 3,087 metros sobre el nivel del mar, ubicado en los parques nacionales, José del Carmen  Ramírez y Armando Bermúdez, es una atracción turística por la diversidad de su flora y su fauna y por los espectaculares paisajes que  pueden observar los caminantes mientras se van adentrando en el  corazón de la cordillera Central además del reto que conlleva hacer cualquiera de las cinco rutas que suben hasta el techo del Caribe.

Todos los años entre finales de diciembre y por todo el mes de enero cientos de caminantes nativos y extranjeros hacen las agotadoras travesías que los llevarán por mágicos senderos hasta coronar  la cima del Pico Duarte.

Hay cinco rutas distintas que llevan a los caminantes hasta la cima más alta de las Antillas estas son: la Cienaga en Jarabacoa, Mata Grande en Santiago, Azua partiendo de la Laguna o del pueblo del Tetero, la de Constanza que se puede comenzar en el mismo pueblo de Constanza o en Los Cayetanos, y la de San Juan partiendo de Sabaneta, las dos más populares son la de la Cienaga en Jarabacoa y la de Mata Grande, en Santiago.

Todas las rutas son agotadoras por lo que hay que estar preparado física y mentalmente para emprender cualquiera de las cinco rutas, es necesario especificar que en cada punto de partida hay guías experimentados que por un módico precio llevan a los caminantes a través de esas  hermosas montañas cuyos paisajes espectaculares cautivan a los caminantes    haciéndolos olvidar por momentos el cansancio, el hambre y la sed.

Recorrer esos caminos, ponernos en contacto con la naturaleza casi virgen, dejar atrás todo lo que tiene que ver con la ciudad, caminar hasta el agotamiento y en las noche bajo un cielo saturado de estrellas, sentarnos junto a la fogata para ahuyentar el frío que nos cala los huesos es una experiencia inolvidable, que aunque a veces cuando las caminatas se hacen interminables y el agotamiento nos vence, decimos que jamás volveremos por esos lugares de Dios, nada más falso porque  desde que nos montamos en la guagua de regreso a nuestro destino de origen, la nostalgia nos sobrecoge el alma y va alimentando en nosotros el deseo del año que viene, volver.


Domingo Acevedo. 

























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